Qué es un ACV
El Accidente Cerebrovascular (ACV) –también conocido como ataque cerebral o stroke– es una patología frecuente, considerada emergencia médica severa, que compromete al tejido cerebral y suele tener consecuencias graves, incluida la muerte súbita.
Recibe ese nombre porque afecta al cerebro y los vasos sanguíneos que lo irrigan.
Ocurre cuando una parte del cerebro deja de recibir irrigación sanguínea, o ésta se reduce e impide que los tejidos (las neuronas) absorban oxígeno y nutrientes, lo que provoca la muerte de las células en pocos minutos: como las neuronas no se reproducen ni reponen, se produce daño cerebral permanente y otras complicaciones orgánicas serias.
La definición tradicional de ACV es clínica: está basada en la pérdida brusca de la función neurológica focal por infarto –necrosis del tejido cerebral debida a la falta de sangre– o hemorragia –derrame sanguíneo por ruptura vascular– en una zona importante del cerebro, la retina o la médula espinal.
Causas inmediatas del ataque cerebral
Hay 2 motivos principales que producen la irrupción esta enfermedad cerebral vascular aguda:
- El bloqueo de una arteria (ACV isquémico), el episodio más común (>80%)
- La ruptura o filtración de un vaso sanguíneo sobre el tejido del cerebro (ACV hemorrágico)
Los efectos de uno y otro tipo de ACV difieren, pero siempre representan una emergencia médica seria que debe ser tratada de inmediato: cada minuto que pasa sin tratamiento significa más muerte de tejido cerebral.
ACV: más frecuente que lo conocido
En la Argentina se produce un ACV cada 4 minutos, es decir, 360 casos al día, en promedio, y más de 130 mil en un año.
En todo el mundo, cada 2 segundos que pasan hay un nuevo caso de ictus o ataque cerebral, y por esto el ACV es la:
- 2ª causa principal de muerte (después de las cardiopatías isquémicas)
- 1ª causa de invalidez parcial o total
El ACV tiene una tasa de mortalidad del 40%, lo que equivalía en 2019 al fallecimiento de unas 52 mil personas en Argentina, y 6 millones 190 mil en todo el mundo.
El ataque cerebral afecta las facultades vitales en adultos alrededor del Planeta al punto de que, de cada:
- 8 personas que han sobrevivido a un ACV,
- 5 experimentan algún tipo de discapacidad permanente.
Los accidentes cerebrovasculares suceden con mucho más frecuencia entre los adultos mayores que entre los jóvenes debido a que los trastornos que los provocan tienen una mayor incidencia con el paso del tiempo.
Más de 2 de cada 3 accidentes cerebrovasculares se presentan en personas mayores de 65 años.
Es fundamental saber que una gran cantidad de los ACV son prevenibles y evitables.
Tipos de ACV
Cuando las neuronas no reciben suficiente oxígeno, glucosa y otros nutrientes transportados por la sangre durante cierto tiempo sufren daños que, si el período es muy breve les permite recuperarse, pero si se extiende las secuelas son irreversibles y mueren.
Un accidente cerebro vascular puede caracterizarse de 2 formas diferenciadas:
- Ictus isquémico cerebral, retiniano e infarto medular.
- Ictus hemorrágico intracerebral y subaracnoideo.
Existe una forma de pseudo ACV llamado accidente isquémico transitorio o mini ACV, que sólo tiene una manifestación sintomática, dura unos pocos minutos y no puede detectarse mediante el diagnóstico por imágenes, pero constituye un signo de alarma previo a que se desencadene un ictus isquémico.
Un accidente cerebro vascular isquémico transitorio (AIT) es una alteración momentánea de la función cerebral, causada por una disminución o interrupción temporaria de la irrigación sanguínea, cuyos síntomas desaparecen a los pocos minutos o no más allá de transcurrida 1 hora, sin causar daño cerebral aparente que pueda detectarse mediante estudios por imágenes.
Los síntomas evolucionan con rapidez, duran entre 2 y 30 minutos, son reversibles y desaparecen por completo una vez resuelto, sin intervención médica: en muchas ocasiones las personas no los informan porque los confunden con alteraciones menores.
Es posible sufrir varios AIT en un mismo día, o sólo unos pocos a lo largo de varios años.
Las diferencias del AIT con el ACV isquémico son que:
- Los trastornos que lo producen desaparecen o se vuelven mínimos.
- Las neuronas afectadas recuperan sus funciones, o sólo mueren en pequeñas cantidades.
- Las alteraciones que genera no son permanentes y suelen revertirse.
Sin embargo, un ACV isquémico transitorio es un signo asociado a un ACV isquémico inminente, una señal de alerta precoz que debe ser tenida en cuenta con mucha atención.
Las personas que experimentan un AIT tienen un riesgo de ACV isquémico muy superior a quienes no lo tuvieron, y es muy probable que este episodio se produzca durante las primeras 24 a 48 horas posteriores al AIT.
ACV isquémico
Una isquemia es un cuadro grave debido a la disminución o falta total de circulación de sangre a través de una arteria, lo que implica el sufrimiento de las células de la zona afectada porque no reciben oxígeno ni materias nutritivas y ocasiona el infarto cerebral.
Representa más del 80% del total de accidentes cerebrovasculares y es provocado en las arterias que irrigan el cerebro por 2 causas que pueden ser individuales o concurrentes:
- Estenosis: estrechamiento y oclusión arterial progresivos ocasionados por la aterosclerosis, una acumulación de grasa, colesterol, calcio, fibrina y otras materias en las paredes de las arterias que forman lo que se conoce como placa de ateroma, que las vuelve más gruesas y más rígidas, en tanto disminuye el calibre interior de los vasos; al disminuir la cantidad y la velocidad de circulación de la sangre:
- merma la oxigenación y la nutrición del tejido cerebral
- aumenta la posibilidad de obstrucción arterial por un trombo (coágulo)
- Embolia: obstrucción debida a la llegada de un “émbolo” originado en la misma arteria o en otros sitios del organismo, que puede ser un trombo (coágulo sanguíneo proveniente del corazón, de la arteria carótida cervical u ocasionado por síndrome antifosfolipídico), un desprendimiento de una placa de ateroma, o eventualmente un glóbulo de grasa (en general asociados a traumatismos) que llega con el torrente sanguíneo hasta el cerebro, donde se atasca en una arteria de poco calibre e interrumpe el flujo de sangre; la mayoría de los coágulos de sangre son ocasionados por una anomalía cardíaca: la fibrilación auricular.
El ACV isquémico es devastador porque muere parte del cerebro y las neuronas no se reponen, pero ocasiona menos mortalidad que el ACV hemorrágico: alrededor del 20% de los casos.
Quienes sobreviven a un ictus isquémico padecen discapacidades irreversibles, leves o severas según la cantidad de tejido afectado, que disminuirán su calidad de vida de manera permanente si no se restauran la capacidades previas antes del curso de 1 año.
Cerca del 10% recuperará la mayor parte de las funciones si el daño es menor, pero el resto quedará afectado física y mentalmente, con pérdidas de funciones como el habla, la comprensión, la capacidad de alimentarse de manera normal, parálisis parcial o total de un lado del cuerpo o de ambos, limitaciones en el uso de las extremidades, incapacidad de moverse con normalidad o estado de coma.
ACV hemorrágico
Una hemorragia cerebral es un episodio severo que se produce por la ruptura de un vaso sanguíneo intracraneano (dentro de la cabeza) y ocasiona un derrame de sangre con 2 consecuencias inmediatas:
- Se interrumpe la función del vaso dañado (abastecer de oxígeno y nutrientes a un área cerebral).
- La sangre extravasada comprime las estructuras intracraneales y los otros vasos sanguíneos que irrigan al cerebro.
La gravedad del derrame cerebral depende del volumen de la hemorragia y de la zona del cerebro invadida por la sangre derramada.
El ACV hemorrágico se presenta con menor frecuencia que la isquemia y puede ser de 2 clases:
- Hemorragia intracerebral: la causa más común de ictus hemorrágico (un 10% del total de ACV) y la que produce mayor cantidad de muertes, se da cuando el sangrado penetra el tejido no vascular del cerebro (parénquima); si la persona sobrevive (la tasa de mortalidad es muy alta), el pronóstico suele ser favorable y el cerebro recupera buena parte de sus funciones normales.
- Hemorragia subarcnoidea: sucede cuando se rompe un vaso en la superficie del cerebro o cerca de éste y la sangre se aloja en el espacio que existe entre la capa interna –piamadre– y la media –aracnoides– del tejido que recubre el encéfalo pero no penetra el tejido cerebral; de da con mayor asiduidad en personas de entre 40 y 65 años, y es el único tipo de ACV más frecuente entre las mujeres que entre los hombres.
La ruptura del vaso sanguíneo que causa la hemorragia suele deberse al debilitamiento o una malformación de la pared arterial (muchas veces de origen congénito) llamado aneurisma, la hipertensión no controlada, o lesiones en la cabeza (aunque estas hemorragias de origen traumático no se consideran ACV).
El ACV hemorrágico representa menos del 20% del total de accidentes cerebrovasculares, tiene un pronóstico en el corto plazo peor que el ACV isquémico, con una tasa de mortalidad de más del 40% en la que prevalece la hemorragia intracerebral como causa dominante.
Quienes sobreviven a un ictus hemorrágico suelen recuperar (de acuerdo con la severidad) las funciones cerebrales con el paso del tiempo.
Sin embargo a la mayoría le quedarán secuelas permanentes como debilidad, parálisis, pérdida de sensibilidad, dificultades en el uso y comprensión del lenguaje– porque el sangrado provoca menos destrucción del tejido neuronal que la falta de oxígeno.
El peligro latente
Algunos de los factores que incrementan el riesgo de sufrir un ACV pueden controlarse o moderarse, mientras otros no son modificables.
Las costumbres de vida cotidiana actual representan tanto ventajas como desventajas en la prevención y en la incidencia de los accidentes cerebrovasculares:
- Conductas favorables: la toma de conciencia y el control del peso corporal, la tensión arterial, la glucemia, el colesterol y los tipos de alimentos, el ejercicio físico regular, la caída drástica del hábito de fumar.
- Conductas desfavorables: el estrés, el exceso de trabajo, la falta de descanso suficiente, la depresión, el sedentarismo, las dietas desequilibradas, el consumo de estupefacientes, la falta de control de diabetes, los excesos al beber alcohol.
El ACV no es una patología infecto-contagiosa: no se transmite por virus o bacterias, pero sí puede heredarse la propensión a sufrir la enfermedad, y a medida que la edad avanza, la incidencia es mayor.
Entre las numerosos precedentes que pueden contribuir a que se desencadene un ACV se destacan 3 tipos principales:
1. Estilo de vida
- Sedentarismo y falta de actividad física
- Sobrepeso u obesidad
- Colesterol alto (hipercolesterolemia)
- Tabaquismo
- Consumo de alcohol en exceso
- Abuso de drogas
- Estrés psicosocial
- Depresión
- Tensión laboral
- Exceso de trabajo
2. Condiciones clínicas
- Genética, en personas con antecedentes familiares de
- Vasculopatías (enfermedades de los vasos sanguíneos)
- Infarto del miocardio (ataque cardíaco)
- Accidente isquémico transitorio
- Diabetes mellitus (DBT) y diabetes resistente a la insulina
- Enfermedades cardiovasculares:
- Hipertensión arterial
- Insuficiencia cardíaca
- Fibrilación auricular
- Arritmias
- Persistencia del foramen oval
- Patologías valvulares cardíacas (valvulopatías)
- Infecciones
- Apnea obstructiva del sueño
- Migrañas
- Ciertos anticonceptivos orales
- Terapia de reemplazo hormonal
- Infección por COVID-19
3. Circunstancias individuales
- Edad: el riesgo de se incrementa después de los 55 años de edad
- Etnia: las personas de raza negra padecen más ACV que las de otras
- Sexo:
- Los hombres tienen más riesgos de sufrir un ACV que las mujeres
- Las mujeres que tienen un ACV corren más peligro de morir que los hombres
Desafortunadamente los factores de riesgo como los antecedentes genéticos, haber experimentado un ACV o un AIT, o las circunstancias individuales (en particular la edad), no pueden modificarse y por ello debe prestarse una particular atención a la aparición de síntomas que indican la presentación de un ictus para que pueda ser tratado de inmediato.